"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 20 de febrero de 2014

"Carta de amor"




 Buenas noches, mi amor.
 Esta mañana le hablé a nuestras nietas de cómo nos conocimos y cómo me hiciste la corte sin descanso hasta que te di el sí...Se han reído muchísimo cuando les confesé que tardaste dos meses en darme el primer beso. ¡Y las muy desvergonzadas hasta quisieron saber si había sido con lengua! Me aturrullé, imagínate. Porque, aunque te parezca increíble, después de todos los besos que nos hemos dado, aún recuerdo la sensación de aquel primero: cómo me temblaron las piernas y cómo me apreté contra tu camisa azul y olí la piel de tu pecho, tan jadeante como el mío. Recuerdo que parecía un tambor. ¡Claro que a mí me atronaban los oídos! ¡Qué tiempos aquéllos! ¡Cuánto nos quedaba por vivir y nosotros sin imaginarlo...! Las niñas indagaron, curiosas, y les conté que cada mañana, al pasar de camino al trabajo, tú te detenías ante mi puerta y dejabas un regalo en el umbral: una flor de las macetas de mi vecina, una piedra bonita que te habías encontrado por el campo, un simple papel con un dibujo o un “Te quiero”... Me pareció que entrecerraban los ojos con ternura, encantadas con el detalle de saber que su abuelo era un romántico... También les dije que por las noches, cuando yo no tenía permiso para salir por cualquier enfado de mi madre, tú venías a mi ventana y te pasabas las horas muertas charlando en la penumbra, agarrado a los barrotes y mirándome con esos ojos tuyos de carbón como si pudieras quemarme con tu fuego. ¡Cómo me gustaba irme después a la cama a soñar con esos ojos tuyos, y con tus manos... y con esas promesas que me hacías cuando podíamos tener un rato de intimidad a la vista de todos, paseando por la plaza, pero con los murmullos que eran sólo nuestros! ¡Qué gozada era sujetar tu brazo y decir al mundo entero que eras mío! Si rozabas con tu aliento mi oreja, me estremecía de tal modo que me flaqueaban las piernas y tú sonreías con esa desvergonzada manera que siempre has tenido para ponerme en evidencia...No habrá habido mujer más enamorada que yo en esta tierra, por muchas historias que se hayan escrito de amantes famosos. Nadie ha sabido lo que es sentirse el centro del universo como yo cuando me tenías entre tus brazos. Nadie ha disfrutado del honor de compartir la vida con un hombre íntegro, divertido, cariñoso y sincero como tú. Nadie de ese modo. Nadie como tú y yo lo hicimos. Porque cada pareja es única y tú y yo lo fuimos a nuestro modo.
 Eso es lo que he querido transmitirles a nuestras nietas hoy, cuando te lloraban y se apenaban porque no estarás más. ¡Qué tontería! Si tú no puedes abandonarnos. Ni a ellas ni a mí, que te llevo en la sangre de tal modo que hasta comparto el aire que has dejado de inspirar. Yo sé que tú seguirás riendo conmigo por las travesuras de las niñas, y que te preocuparás cuando las veas tristes porque el novio de turno las dejó o les fue mal en los estudios...Yo sé que seguirás compartiendo el mismo espacio en nuestra cama y que yo te daré las buenas noches hasta la última en la que también cierre los ojos y me vaya contigo. Porque los amores para siempre existen, mi vida; porque tú y yo somos los anónimos Romeo y Julieta de esta familia. Porque mientras haya un suspiro en el aire, una caricia en el viento, una risa en la tarde, tú estarás conmigo. Y yo estaré contigo.



Como cura de humildad, comunico a todos aquellos que estabais al corriente de mi participación, que no he ganado  ni un triste tercer puesto de las 70 cartas recibidas en el concurso. (Suspiro hondo) En fin, otra vez será...
Con todo, yo creo que me quedó bien. En todo caso, para los que nunca la leyeron, se la presento. Disfruté mucho con la preparación así que no es plan dejarla en un cajón.


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