"Si pudiera dormir rodeándote con mis brazos, la tinta podría quedarse en el tintero" (D. H. Lawrence)

jueves, 12 de marzo de 2015

Carta abierta a Leo Nuñez




Hola Leo, estoy segura de que llorarás cuando “leas” esto, igual que a mí se me está desgarrando el alma al escribirlo. Tengo reciente la mañana en que te entregué una fotocopia de lo que había redactado sobre mi madre y te dije “Pero léelo en casa, no ahora” porque no quería ver el disgusto que te darías y al poco me llamaste para decirme lo mucho que te había gustado y cuánto habías llorado...¡Cómo iba a imaginar que tan pronto escribiría sobre ti...!

Esta tarde dejarás de estar en una urna y te disolverás entre el viento y la naturaleza que tanto amaste... Ese lugar que ocupó tantos años de tu vida y de tu corazón, por el que paseaste, sola con tus recuerdos o con la risa y la cháchara de aquellos que te queremos. Los ladridos de los perros serán un lamento por ti, no cabe duda. ¿Cómo no van a intuir ellos , a los que tanto mimaste, que en ese aire estarás presente?

¡Cuánto voy a echarte de menos! Cómo voy a sentir no pasarte mis novelas favoritas, cómo voy a llorar mientras borro la carpeta “Guardar para Leo”... Primero mi madre y ahora tú. Sólo unos meses atrás mi segunda madre de juventud, mi querida Francisca, y ahora tú, mi segunda madre de adulta...

Sé que no tengo derecho a llorar sino a vanagloriarme de haber disfrutado de dos personas tan espectaculares que me quisieron, aconsejaron y ayudaron como lo hizo mi madre de sangre, la que me parió...Pero que os hayáis ido con tan pocos meses de diferencia las tres son una de las grandes “jodidas” del Universo.

Te debo esto. Decirte lo mucho que admiré tu fuerza, lo que aprendí de tu carácter...Te enfrentaste a situaciones difíciles, con cada uno de tus hijos y con la ausencia de Juan. Pero te aferraste a la vida, a la familia, a tus perros, y saboreamos mil momentos que nunca se borrarán de nuestras retinas.

¿Te acuerdas de los viajes a los que siempre te apuntabas con un “No, ni hablar, que a mí me da miedo” ? Miedo a la carretera, pero fuimos a Cataluña, Valencia y Portugal. Miedo al avión, pero nos paseamos por Berlín, París, Marrakech...

Te encantaba probarlo todo, comprar, regatear... La cerámica, los pañuelos, los pendientes...¡Toda tú eras un anhelo ante una cosa bonita! Y los demás nos moríamos por complacerte porque si alguien era detallistas, por otro lado, eras tú!

Tras una infancia tan difícil como la de cualquier mujer de tu edad, hija mayor para más inri, con padres con negocio y una “jartá” de hermanos por cuidar ( esos que ahora te echarán de menos más de lo que imaginas porque tú eras un referente para cualquiera que te conociera), tras una vida de sacrificios sacando adelante cuatro hijos, un marido que compartió su amor contigo con el campo y los animales y tú decidiste compartirlo con él, tras tanto cansancio y agobios acumulados, te llegó el momento de quedarte sola pero aprendiste a sentirte acompañada, con los perros, los libros, las series, las películas románticas ( cuántas veces no habremos repetido tus favoritas porque te empeñabas en ellas!) , el festival de Eurovisión que se convirtió en un icono en nuestras vidas, convirtiéndose esa noche en la de las pizzas y las votaciones particulares, las anotaciones para luego descargarlas...

Ese mp3 con música que cualquier jovencita llevaría entre sus enseres lo escuchabas tú mientras recorrías kilómetros más ancha que pancha caminando por los puentes de la ciudad...A poca gente he visto más puesta que tú en música de todo tipo.

¡Eras una “abuela” alucinante!

Amparo dice que añorará ver tu imagen por las calle tirando de los dos perritos cada mañana pero me temo que serán muchas las personas que te echarán de menos por ese puente, con tus bolsitas de plástico en la mano, como ciudadana cívica que eras...Recogiendo lo de tus “niñas” y lo de las ajenas.

No nos dio tiempo a ver el Hola de los Oscar...No sé si puedo perdonártelo... los cotilleos no volverán a ser igual. Ni el intercambio de libros, ni comentarás más lo mucho que te gustan mis novelas, ni podrás leer las futuras, esas que me decías “pero termínalas de una vez, que me dejas con la intriga”...¿O sí? Después de todo, si tengo la sensación de que mi madre me acompaña cada día , si ella está presente en mis acciones diarias ¿ no lo vas a estar tú? Seguro que sí. Cuando le lea a tu hija los avances de lo que escribo, seguro que andarás con la oreja pegada y me guiarás por el buen camino...Describe, cuenta mejor cómo es la ropa, cómo es ese sitio... No termines el final de golpe, que me dejas con ganas... Todo eso me insististe durante años mientras te daba a leer en primicia lo que luego saldría publicado... Seguí tus consejos y ahora soy escritora, no sólo escribo. Tú creíste en mí, como mucha gente a la que jamás tendré palabras para agradecer lo suficiente el apoyo que me da, pero tú fuiste de las primeras. Y me ayudaste a crecer y a confiar en mí.

Hay muchas más cosas que podría resaltar: tu habilidad culinaria ( lloro ya añorando tus sopas, tu escabeche, tu leche frita...), tu amor a las plantas – esas interminables conversaciones con mi hermano Manolo -, tu sentido de la familia ( como el último encuentro “de mujeres” al que nos invitó Pepi)... ¡Tantas cosas, Leo...!

Pero me duele el pecho y las lágrimas corren por mi rostro mientras escribo... Tengo enfrente tu fotografía con Juan, los dos sonrientes, pegados en mi pared y casi puedo sentir que me susurras...”Es como en tus finales felices. Me he reencontrado con el hombre de mis sueños. Estoy bien”

Y sé que es cierto. Pero nos duele tu ausencia. A todos. Los de tu sangre y los “postizos”. Por lo mucho que nos diste.

Hasta siempre, Leo.




7 de marzo de 2015




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